El Maratón de Madrid es el mas popular y carismático de cuantos se celebran en España, además de ser el más duro.
Por la altitud de la ciudad y por las cuestas que tiene el recorrido, sobre todo al final del mismo. Aunque correr a 650 metros no representa una carestía de oxigeno aparente, y en el caso de existir seria inapreciable al nivel popular, la mezcla de ambos factores hace de él uno de los más duros, sin contar, claro esta, los maratones alpinos.

En cuanto a lo segundo, las ascensiones tampoco son tantas, pero el hecho de tener un final totalmente en sentido ascendente, hace que los últimos kilómetros se hagan mas duros, y mucho mas duro pasar el ya conocido muro, dado que la ascensión empieza sobre el kilómetro 30.

El recorrido comienza hacia el Norte, subiendo por completo el Paseo de la Castellana, con lo cual sube de una manera gradual, girando luego hacia el Sur por la Calle Bravo Murillo, comenzando así un descenso que con algún que otro llano después de girar en Cuatro Caminos, nos llevara hasta la Puerta del Sol, punto emblemático de esta carrera.

Gira después al Noroeste, subiendo y bajando suaves colinas, hasta que desciende a la orilla del río manzanares, punto mas bajo de todo el recorrido, desde aquí vuelta hacia el Este, y por tanto subida, hasta completar el recorrido, con final en la Plaza de Neptuno.

Se trata, pues, de un recorrido bonito y muy variado, con la única dificultad de tener que ascender desde el río hasta el centro de la ciudad. No hay cuestas exageradas, sobre todo después del último cambio de recorrido. La mayor pendiente es artificial, pero cortísima, es la entrada a la Casa de Campo que se efectúa por el subterráneo que pasa por debajo de la M-30. Las restantes ascensiones son menos duras pero bastantes mas largas, y todas a partir del famoso Muro.

La clave de este Maratón esta en :

1º – NO CEBARSE EN LAS CUESTAS, el agotarse en una ascensión supone un gasto inútil de fuerzas, las cuales necesitaremos al final.

2º – CUIDADO EN LAS BAJADAS, el incrementar la velocidad supone otro gasto inútil de fuerzas. Dado que los primeros kilómetros del recorrido son hacia abajo y tenemos las fuerzas intactas, hace que nos sintamos bien y aceleremos nuestro ritmo en exceso sin darnos cuenta. Las alegrías del principio las pagaremos al final.

Por lo tanto unificando estas dos premisas tendremos que tener en cuenta lo siguiente : en las subidas, bajad el ritmo, en los descensos, mantened el ritmo.

El afrontar una cuesta arriba supone un mayor esfuerzo y, consiguientemente, un desgaste extra. Nuestra respiración se convierte en nuestro cuentarrevoluciones, podremos detectar fácilmente si vamos pasados de vueltas en cuanto notemos una ligera fatiga al respirar. Significará entonces que vamos demasiado deprisa para el recorrido que en ese momento afrontamos. Si bajamos el ritmo, la respiración volverá a ser normal, el consumo de oxigeno volverá a ser el idóneo. Por eso, cuando llega una cuesta hay que levantar el pie para luego no tener que pagar factura. El retraso que se obtenga es mínimo, por que no hay pendiente alguna de más de tres kilómetros, con lo que la pérdida jamás será de más de un minuto, tiempo que se recuperará de sobra en la bajada, puesto que la inercia nos llevara a aumentar el ritmo sin que ello signifique mayor esfuerzo.

Con las bajadas hemos de tener parecida precaución. No hay que dejarse llevar por la euforia. Igual que hay un ritmo para subir, sucede exactamente lo mismo para bajar. No hay, como sucede en las ascensiones, que cambiar voluntariamente el ritmo, sino que hay que tratar de mantenerlo. Ello nos supondrá un ligero aumento de la velocidad, incluso manteniendo la misma frecuencia de zancada, pues su longitud aumentará unos centímetros, debido a que el pie de apoyo pisa ligeramente más lejos que en el llano. Vamos entonces más rápido sin necesidad de aumentar el consumo de fuerzas. Con esto neutralizamos sobradamente el tiempo perdido en la subida.

Si en algún momento de la carrera nos damos cuenta de que la luz de reserva se nos enciende, hemos de poner en marcha un plan de emergencia para poder alcanzar la meta con garantías. Igual que un ritmo vivo descarga el organismo de fuerzas, una marcha lenta lo recarga. Al poco tiempo notaremos que podemos ir aumentando la frecuencia hasta alcanzar de nuevo una velocidad de crucero, que si bien es más lenta que al principio, si nos permite correr de forma regular.

El cuerpo humano es una máquina perfecta, aprovechémosla, pero también cuidémosla. No le pidamos más de lo que nos pueda ofrecer y, por eso, atención a los desniveles. El Maratón de Madrid no tiene un recorrido duro si corremos con prudencia.

Un ataque solo se debe de efectuar cuando estemos cerca del final, y siempre midiendo nuestras fuerzas, de tal manera que el aumento del ritmo ha ser progresivo, no hagamos cambios bruscos de ritmo. Cualquier otra estrategia en Madrid es condenarse al fracaso, aunque luego siempre quedará la excusa de que es un Maratón demasiado duro.

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